viernes, 22 de diciembre de 2017

VAN TRONANDO LAS BOTAS

Por Julián Acosta Gómez


La oscuridad ya había tomado el recinto cuando los murmullos rondaron débiles entre nosotros. Tres figuras humanas descendían  en peregrinación por el corredor central: “¿Usted lo ha visto?”, dicen. Los murmullos se aclaran cuanto más se acercan al escenario: “¿Usted lo ha visto?”, era la frase que liberaban cuando increpaban a uno de los espectadores; y dejando que ellos miraran el fondo del retrato que resultaba ser un espejo, solo les aguardaba un No” o el silencio.

La obra presentada en el Teatro Real estuvo a cargo del grupo Cáncer y está construida como una visión sobre los falsos positivos. El punto de vista parte del revisionismo histórico y de la micro-historia. La pieza es un llamado a la memoria. Desde el inicio, la propuesta busca que los espectadores se despojen de la distancia frente a los hechos violentos vistos en la obra: ellos se ven en el espejo y no se reconocen así mismos porque el lugar de la víctima está alejado de las vivencias de quienes no las padecen. El espejo es una crítica metafórica a la indolencia. La estructura está dada como un espectáculo: una compañía de payasos atrapan a las víctimas en un montaje hilarante mientras en otro plano de la estructura los familiares de las víctimas siguen sufriendo y reconstruyendo los acontecimientos que llevaron a la desaparición de sus seres queridos. La caracterización de los payasos sugiere una dicotomía, pantalones militares unidos a indumentarias y maquillajes circenses. Este hecho ahonda en una verdad que la puesta en escena dice a gritos: los falsos positivos fueron un montaje, una comedia grotesca que solo divierte a quienes llevan a cuestas el látigo (a propósito de los látigos que los payasos del terror llevaban como símbolo de la represión y el poder).

Uno de los elementos con mayor fuerza expresiva recae sobre los zapatos contrapuestos a las botas. Las historias de los tres falsos positivos están ligadas porque los cadáveres fueron encontrados con botas, cuando el uso de sus zapatos de alguna compone rasgos personales específicos y las botas no encajan en la configuración de sus seres. Sumado a ello, el sonido agobiante, casi aplastante de las botas se intercala en la obra como un tormento para las presencias fantasmagóricas de las víctimas. Este recurso del fonosimbolísmo amplia las relaciones de entramado entre los objetos dramáticos que son con mayor fuerza las botas y el látigo mostrando los dominios del aparataje militar; y los zapatos, las velas y la guitarra dejando a la vista los despojos y las heridas abiertas en el pueblo y en los individuos.

El ambiente frío logrado desde las luces tenues y las velas, desde los cánticos religiosos  que evocan la soledad del desaparecido, desde el puente que pone en escena la fuerza del río como un personaje más de la obra (esto adquiere amplia importancia si pensamos el lugar que ocupan los ríos como medio para desaparecer los cuerpos), todos estos elementos circulan en una necesidad por mostrar el sufrimiento y es un elemento que ya se ha insinuado en  obras como El Pais de las mujeres hermosas de la Hora 25. No obstante, vale la pena aclarar que el trabajo artístico enfocado en las víctimas es de sumo cuidado debido a la tendencia por revictimizar y resaltar el dolor por encima del resurgimiento de la vida, el teatro con su poder de transformación social debe pensar ahora en la sonrisa que hay tras el horror.

Obra: Los Zapatos
Grupo: Cáncer
Municipio Guarne
Autor: Rubén Darío Bejarano
Dirección: Julia Aranda







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