Por Julián Acosta Gómez
La obra Las terrazas es musical en todo el
sentido de la palabra. Pone en escena una radiografía de un país agobiado en
las décadas de 1980 y 1990 donde los jóvenes encontraban el desahogo del
oprobio en las estéticas del punk, del metal y del hip-hop. Al inicio de la
obra, desde negro, una luz se planta en el telón negro como una moneda de
plata. Es la visión de la luna desde la terraza, es la contraposición de la
serenidad infinita frente a las convulsiones urbanas que asolaban a la Medellín
de finales de siglo.
La musicalidad de esta obra no solo está dada por la
temática que la ambienta. Está determinada también por la forma narrativa que
conforma su estructura. Hay dos elementos constitutivos que llevan a la creación
de esta historia: la música que suena marca los ritmos y estados de la situación
dramática; y la expresión corporal es el medio elegido para generar una acción
comunicativa que en última instancia resulta en el pilar de la narración.
No es extraño que en una expresión artística como el
teatro se le otorgue al cuerpo una fuerza simbólica contundente, lo que resulta
sorprendente es que esa fuerza simbólica sea en sí misma la obra. En Las terrazas se elabora una gramática corporal
desde la gestualidad, la contorción, los ritmos asimétricos y sincopados pero
también de los simétricos. Es la danza con la voz de la narración, el cuerpo
construye el símbolo que no tendría por qué ser de uso exclusivo de la palabra
dado que la representación es una capacidad humana que no está determinada por
el medio. Los movimientos y las fuerzas en la tensión de la obra recuerdan las
cámaras rápidas que siguen las trayectorias desoladoras en la película Rodrigo D no futuro, donde la velocidad y el
trasegar son la metáfora del desespero. De igual manera, en Las Terrazas, los movimientos se mantienen en una
disonancia que dialoga, que consigue mostrar al espectadores los objetos y las
acciones: se ven las terrazas, las persecuciones, el erotismo y la muerte: se
notan aspectos antropológicos en las conductas de la ciudad, en los intereses
políticos… Así las cosas, es de suma importancia que la gramática corporal que
logran concretar los actores en escena esté soportada por una ambientación
fluida y mutable como en el caso de los telones que reconstruyen espacios, en
las luces que amplían o reducen los focos visuales y en los pequeños elementos
físicos que entraban y salían de las situaciones. En este mismo orden de ideas, la presencia de la música
en vivo genera movimiento y fuerza sobre
lo que ocurre en el escenario.
Una historia de la rebeldía debe ser contada por un
medio que no se encasille en los modelos narrativos usuales: la palabra del
cuerpo para contar la historia del pueblo.
Obra: Las terrazas
Grupo: Acordes
Municipio: Marinilla
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