martes, 20 de marzo de 2018

MEMORIA Y TEATRO



Por Andrés Álvarez Arboleda

Tal vez una de las preguntas que más aguas ha partido en la reflexión sobre el arte versa sobre su función social: ¿puede existir un arte comprometido con la realidad histórica sin traicionar los valores estéticos? Considero que El Peñol: Dos pueblos, una historia, de la Corporación Teatro Encarte, es una de las obras que responden afirmativamente la pregunta. Allí se aborda uno de los conflictos sociales más intensos en la historia del oriente antioqueño –la inundación de El Peñol– a partir de cuatro personajes del campo que se resisten al desarraigo y al olvido, al ver cumplida la leyenda del dragón azul que quiere tragarse su pueblo.
Teatro Encarte hace converger en esta obra concebida a partir del método de creación colectiva, dos tradiciones de la historia del teatro colombiano: el teatro costumbrista y el teatro social.
Por un lado aparecen los usos tradicionales de los campesinos antioqueños (en una especie de cuadro de costumbre), introducidos con una puesta escénica muy rica en música y danza folclóricas; estas son las que le prestan unidad estética a la obra y asombran al espectador con una ejecución maravillosa. Por el otro, está la reflexión sobre la opresión ejercida contra los más débiles, los campesinos, que sin embargo reivindican su dignidad en procesos de resistencia vitales, y en la ficción del teatro recuperan su voz; esta inversión del punto de vista, donde hablan los tradicionalmente silenciados, fue la que desarrolló el teatro social del denominado Nuevo Teatro, entre cuyos exponentes se cuentan el teatro La Candelaria y el Teatro Experimental de Cali.
Aunque estas conjunciones no se hacen siempre de manera deliberada, se pueden evidenciar –al menos– en sus efectos. El Peñol: Dos pueblos, una historia al introducir los elementos mencionados constituye un ejercicio de recuperación de la memoria histórica: en los cuadros de costumbre está el testimonio del mundo tradicional que se resiste a desaparecer; del otro lado está la ruptura, la llegada de un nuevo orden de las cosas fundado en una visión desarrollista del mundo.
Los cuatro personajes dicen de esta tensión, cuentan su desenvolvimiento histórico, y mantienen el tránsito entre la realidad histórica y la ficción. Las referencias intertextuales a documentos históricos como el contrato maestro (que señalaba las condiciones en las que debía construirse el nuevo pueblo) o las noticias publicadas en los periódicos de la época no solo sitúan el conflicto dramático y lo dotan de verosimilitud sino que también se integran a la estética de la función.
Quienes pudimos apreciar esta obra en el VIII Encuentro de Teatro GATO, vimos el testimonio escénico de la destrucción y recuperación de la historia de un pueblo. El marco de la plaza de La Unión sirvió como escenario total del drama (hasta los perros irrumpieron) y el frontispicio de la iglesia, por la tensión dramática que el elenco actoral mantuvo durante la función, a veces devenía esa otra iglesia derrumbada, inundada y cuya torre emerge de las aguas para marcar el sitio de la memoria.

Obra:               El Peñol: Dos pueblos, una historia.
Grupo:             Teatro Encarte.
Municipio:       El Peñol.





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