Por
Andrés Álvarez Arboleda
Tal
vez una de las preguntas que más aguas ha partido en la reflexión sobre el arte
versa sobre su función social: ¿puede existir un arte comprometido con la
realidad histórica sin traicionar los valores estéticos? Considero que El Peñol: Dos pueblos, una historia, de
la Corporación Teatro Encarte, es una de las obras que responden
afirmativamente la pregunta. Allí se aborda uno de los conflictos sociales más
intensos en la historia del oriente antioqueño –la inundación de El Peñol– a
partir de cuatro personajes del campo que se resisten al desarraigo y al
olvido, al ver cumplida la leyenda del dragón azul que quiere tragarse su
pueblo.
Teatro
Encarte hace converger en esta obra concebida a partir del método de creación
colectiva, dos tradiciones de la historia del teatro colombiano: el teatro
costumbrista y el teatro social.
Por
un lado aparecen los usos tradicionales de los campesinos antioqueños (en una especie
de cuadro de costumbre), introducidos con una puesta escénica muy rica en
música y danza folclóricas; estas son las que le prestan unidad estética a la
obra y asombran al espectador con una ejecución maravillosa. Por el otro, está
la reflexión sobre la opresión ejercida contra los más débiles, los campesinos,
que sin embargo reivindican su dignidad en procesos de resistencia vitales, y
en la ficción del teatro recuperan su voz; esta inversión del punto de vista,
donde hablan los tradicionalmente silenciados, fue la que desarrolló el teatro
social del denominado Nuevo Teatro, entre cuyos exponentes se cuentan el teatro
La Candelaria y el Teatro Experimental de Cali.
Aunque
estas conjunciones no se hacen siempre de manera deliberada, se pueden
evidenciar –al menos– en sus efectos. El
Peñol: Dos pueblos, una historia al introducir los elementos mencionados
constituye un ejercicio de recuperación de la memoria histórica: en los cuadros
de costumbre está el testimonio del mundo tradicional que se resiste a
desaparecer; del otro lado está la ruptura, la llegada de un nuevo orden de las
cosas fundado en una visión desarrollista del mundo.
Los
cuatro personajes dicen de esta tensión, cuentan su desenvolvimiento histórico,
y mantienen el tránsito entre la realidad histórica y la ficción. Las
referencias intertextuales a documentos históricos como el contrato maestro
(que señalaba las condiciones en las que debía construirse el nuevo pueblo) o
las noticias publicadas en los periódicos de la época no solo sitúan el
conflicto dramático y lo dotan de verosimilitud sino que también se integran a
la estética de la función.
Quienes
pudimos apreciar esta obra en el VIII Encuentro de Teatro GATO, vimos el
testimonio escénico de la destrucción y recuperación de la historia de un
pueblo. El marco de la plaza de La Unión sirvió como escenario total del drama
(hasta los perros irrumpieron) y el frontispicio de la iglesia, por la tensión dramática
que el elenco actoral mantuvo durante la función, a veces devenía esa otra
iglesia derrumbada, inundada y cuya torre emerge de las aguas para marcar el
sitio de la memoria.
Obra:
El Peñol: Dos pueblos, una historia.
Grupo:
Teatro Encarte.
Municipio:
El
Peñol.
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